No. No, no y no. No es no. ¿Entiendes? No. NO. N-O. No. Déjame, no me toques. No me mires. No me hables. Deja de señalarme como a una psicópata. No te contaré lo que hago. No me abriré, y menos a tí, la persona que más he querido en toda mi ahora corta e inocente vida, pero también la que me ha hecho sangrar de esta manera. No intentes ayudarme, porque sabes de sobra que ya es tarde para intentar enterderme. Nadie me ha entendido nunca, y me he dado cuenta que con las sonrisas cosidas en la cara no consigo nada, sólamente hacerte pensar que a pesar de lo que me has hecho estoy bien. Pero no, no intentes consolarme, no cuando la fría cuchilla me acorta la vida reduciéndola a unos inútiles segundos nada más. Sé que estaré mejor allí, donde no moleste a nadie ni a nadie le importe que me rompa las cuerdas vocales gritando e insultándome de una manera horrible. Bueno, a decir verdad, tampoco le importaba eso a nadie aquí. Y no, no intentes consolarme ahora. Sí oigo tus palabras, vacías, no dicen nada. Espera... Un momento. ¿Qué dices? Habla más alto. No te entiendo. Ya no te oigo. ¿Dónde estás? Lo veo todo borroso. Mmm no, esta vez no son las lágrimas. Es... Es... Ya... Ya no puedo... No puedo... No puedo habl... Ah.
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